Queridos hermanos y hermanas,
Que inmensa alegría encontrarnos aquí, en este lugar santo, bajo la mirada maternal de la Virgen María de Guadalupe. Nuestra asamblea general de
congregación está bajo la mirada de la Santa Virgen ; y mucho mas aun “en los pliegues de su manto, en el cruce de sus brazos”, según las palabras que san
Juan Diego ha recibido de la Virgen, cuyo testimonio ha tenido una fecundidad incuestionable.
La Madre de Dios realiza con nosotros la peregrinación de la fe; la recorrió durante su vida, en la confianza y en el abandono, y hoy, nosotros sus hijos,
reunidos a los pies de la Cruz, nos encaminamos con la Santa Virgen María, ella nos acompaña y nos cuida, nos protege de los malos pasos y nos consuela,
colabora en la formación de Jesús en nosotros y en el crecimiento del hombre nuevo, a imagen y semejanza de su Hijo, el Verbo encarnado.
Presentémonos ante el Señor, sin temor, con la Virgen María de Guadalupe; el Señor nos reviste con su misericordia inagotable.
Homilía
El Profeta Zacarías canta la alegría de Israel porque él recibió una revelación inaudita: que el Señor Dios está en medio de su pueblo. Y esta presencia del Señor es fuente de renovación, de vida, de alegría: ¡Canta y alégrate, Hija de Sion! Qué grandiosa experiencia para Israel, una experiencia única en medio de las naciones paganas: el Dios invisible, el todopoderoso, creador y salvador está en medio de su pueblo escogido, permanece en el Templo en medio de Jerusalén y cuando el Templo ya no existe y Jerusalén es destruida, Dios permanece en las alabanzas de su pueblo. Israel es el pueblo elegido en el que el Señor tiene sus delicias (Sal7, 21). Esta experiencia de la presencia divina expresa el contenido de la palabra “salvación”. Ser salvado significa vivir en la presencia de Dios, ahora y siempre en una comunicación de vida y de amor.
Esta presencia de Dios experimentada por Israel es una de las más poderosas preparaciones para la venida del Mesías. Toda la experiencia de Israel, en la
presencia y en el amor de Dios, se cumple en Jesucristo: él está en medio de su pueblo, él trae la bendición de Dios, él es la imagen del Dios invisible, su persona es fuente de vida. Su palabra y sus actos revelan que Dios decidió traer a todos sin excepción la realidad de la salvación, tendiendo misericordia con todos.
Este es el corazón de nuestra fe: Creer que Jesucristo es en su persona la presencia de Dios misericordioso en el mundo, y de manera definitiva.
Ahora bien, hermanos y hermanas, este cuerpo que vino a compartir realmente nuestra condición
humana y este cuerpo glorificado que hoy nos comunica la
vida divina, este Hombre-Dios, para hablar como san Juan Eudes, vino por medio de la Virgen Madre. Este cuerpo, que lleva la presencia de Dios y que
la comunica al mundo, vino de las entrañas de la humilde sierva del Señor.
Veneramos a María como el templo del Señor; y la Hija de Sion danza y grita de alegría porque en medio de ella está el Santo de Israel. Es el grito de
agradecimiento de Isabel. María es este templo de donde salió el Salvador del mundo y, en cierta manera, jamás ha salido, puesto que Jesús permanece
viviendo y reinando en el Corazón inmaculado de su Madre.
Vemos la alegría que acompaña la venida de Dios en medio de Sion y de la Virgen María. El Hijo de Dios se convierte en alegría para todos los que se
abren a esta presencia oculta y real de Jesús: “¿Cómo se me concede que la madre de mi Señor venga a mí?” Uno de los grandes signos de la verdad de la
experiencia creyente, es esta alegría que viene de una convicción: el Señor está en medio de nosotros. Tal vez contra toda razón humana, los creyentes están caracterizados por la alegría, que viene de esta Presencia de Dios. Vivir en la presencia de Dios es posible desde esta existencia sobre la tierra, y nosotros la viviremos durante la eternidad. Es la gracia de la fe cristiana.
Los discípulos de Jesús no tienen otro testimonio para dar: ya que Dios está con nosotros, ya que nos ofrece gratuitamente su presencia, siempre misericordiosa, avanzamos sin temor en nuestra vida y en la historia del mundo. Cuando Jesús anuncia el Reino de Dios, proclama su venida y su presencia, presencia sin condición, presencia que cura, que eleva, que salva.
¿Por qué Dios nos da a su Hijo, a su único, a su amado en quien él ha puesto todo su amor? ¿Por qué entra él sin ruido, por la pequeña puerta de la historia, a Belén y a un pesebre? ¿Por qué baja a las tinieblas más espesas de la angustia, del sufrimiento y de la muerte? Sólo el amor de Dios es la respuesta. Esta presencia, que tiene como único motivo el amor infinito de Dios, está en cada momento al alcance de la mano, sólo nos basta volvernos hacia él. Porque verdaderamente Dios vive en medio de nosotros, está con nosotros, que nos reunimos en su nombre, está con nosotros en nuestro corazón y allí vive. Esta es nuestra salvación: Dios con nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros.
Esto es lo que la Virgen María nos permite descubrir rápida y plenamente cuando nos volvemos hacia Ella; al mirar a la Virgen María, comprendemos lo
que es la vida interior y que Jesús vive en nosotros. Comprendemos que nos entregamos unos a otros la buena noticia de la presencia de Dios, como María
hizo con su prima Isabel. Lo que sucedió en María, cuando Jesús se formó en ella, es lo mismo que nos ocurre cuando tomamos el camino de la fe. María es
el modelo del creyente: imitamos a María en su acogida interior y total del Hijo de Dios.
María nos acompaña en los caminos de esta vida, como ella acompañó a san Juan Diego, prometiéndole llevarlo como se lleva a un niño, según, las palabras
sublimes que le dirigió a Juan Diego: “Hijo mío, el más pequeño, que tu corazón no se inquiete, ¿acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi protección? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en los pliegues de mi manto, entre mis brazos? ¿Acaso necesitas algo más? ”
Maravilla de este misterio de la presencia de la Virgen María en este lugar. Abramos todo el corazón a esta presencia, dejémonos alcanzar y atrapar por la
Virgen de Guadalupe. Que nuestra pequeña Congregación, que reconoce a la Virgen como su fundadora y superiora, permanezca en su presencia. Sepamos
primero vivir y ser testigos de esto, en donde el Señor nos Envíe, para renovar la esperanza de los pobres, de los que tienen el corazón herido, los que se
esfuerzan y sufren. La vida interior –Jesús que vive y reina en nosotros- es de forma inseparable misión y proclamación de lo que vivimos.
Por gracia de Dios, hemos sido llamados a vivirlo juntos, como hermanos, unidos por la caridad divina, con todos y todas los que están asociados a la
misión y con el Pueblo de Dios, que se goza: en medio de nosotros está el Santo de Israel. Amen
Escuche los apartes de la Homilía del Padre Jean-Michel Amoureaux:
Primera Parte
https://soundcloud.com/user-458718616/homilia-padre-jean-michel-amouriaux-basilica-guadalupe-1a-parte
Segunda Parte
https://soundcloud.com/user-458718616/homilia-padre-jean-michel-amouriaux-basilica-guadalupe-2a-parte
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