miércoles, 4 de enero de 2017

Palabras de bienvenida Padre Camilo Bernal, Superior General - 4 de enero


La reflexión sobre la formación de Jesús, inspira a los asambleístas.
Muy queridos hermanos,

Sean todos bienvenidos a la 66ª Asamblea general. Dios nos ha convocado para que, en nombre de toda la Familia Eudista, oremos, supliquemos, reflexionemos, discernamos, y tomemos decisiones para el porvenir de la CJM en su servicio tan necesario para la Iglesia actual.

Para ello, pensemos primero el sentido cristiano de una asamblea general. Esta Asamblea es un acto de la historia de salvación para cada uno de los miembros de la Congregación. Es un acontecimiento de Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. Esta asamblea es un acto de fe, es un ejercicio de fe. Es una oportunidad sin igual para practicar lo enseñado por san Juan Eudes. Es la posibilidad de suplicar una conversión personal para cada uno de los participantes en ella y un llamado a la conversión pastoral, tal como lo ha pedido el Papa Francisco en su carta apostólica “La alegría del Evangelio”.


Iniciando el segundo día de Asamblea, en un ambiente de oración y reflexión sobre el tema: Formar a Jesús.
Cuando hacemos la lista de los que integran esta Asamblea, quizás pasamos por alto que es el Padre Dios quien nos ha convocado. Que el Señor Jesús, en el lenguaje de Juan Eudes, como "padre y
fundador de la Congregación", quien está ya presente en la Asamblea por su Palabra y por sus dones. Que el Espíritu Santo, fuente primera de su luz y de su fuerza, quiere regalarnos el más bello don: ¡Formar a Jesús en nosotros! Está también María, "madre y fundadora", atenta a nuestros sueños y cuya presencia es indispensable para la formación de Jesús en cada eudista. Y, por supuesto, aquí está Juan Eudes, mediación histórica de todos ellos, aquí está con su inspiración fundante; él sueña que nosotros seamos capaces de renovar y actualizar dicha inspiración. Ellos son los miembros primeros de esta asamblea de fe.

¿Cómo así que están presentes? Claro, están presentes por la fe. El Padre Dios toma la iniciativa. Nos convoca para que nos pongamos al servicio de su obra de salvación. La asamblea es una respuesta nuestra a su llamado. Jesús, el Hijo, quiere vivir en nosotros este acontecimiento. En la Eucaristía de la mañana, en la primera lectura lo hemos escuchado: "A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12, 7). En un contexto de carismas, se nos repite que ellos son fuerzas que recibimos para ponernos al servicio de todos. Nos enriquecen para enriquecer a la Iglesia y a la humanidad. Un carisma no es una fuerza para guardar egoístamente sino para entregar (1 Pe 4, 10) al servicio del bien común. Cada miembro de la Congregación recibe esa fuerza y debe donarla gratuitamente. Corresponde, entonces, a la Asamblea abrir camino y horizonte a cada uno en su vocación de servicio; por eso debemos pensar en cada eudista en particular.

Compartiendo un momento antes de almorzar.

Ciertamente, debemos privilegiar el carisma de “apóstol”: de enviados a una misión frente a hombres y mujeres concretos en sus necesidades concretas, con capacidades para ver las miserias de nuestros tiempos y bridar respuestas innovadoras y audaces, a ejemplo de san Juan Eudes, adaptadas a cada época. No necesitamos inventar “qué hacer”, tomemos el tiempo necesario para “ser creados de nuevo” con la luz y la fuerza del Espíritu. Consideremos también el carisma de “maestros de la fe”, de evangelizadores – formadores, partiendo de una experiencia vivida e integrada en nuestro propio ser eudista.

La Asamblea se debe interrogar sobre cómo hacerlo bajo la acción imprescindible del Espíritu con el fin de realizar los compromisos de nuestra vida cristiana. El verso 12 b de 1 Corintios, nos lo ha dicho: "Nadie, si no es movido por el Espíritu, puede confesar que Jesús es el Señor". Este es un acto fundamental de fe que da sentido propio a la obra que realizamos, diferente de cualquier otro encuentro. Además, realizamos todo como comunidad de fe, como Iglesia de Cristo, como miembros del Cuerpo único de Cristo. Tenemos un trabajo común, de Iglesia, de Congregación. Así damos vida a la Iglesia entre nosotros, pero cada uno con el aporte personal de la gracia propia recibida.

El trabajo de escucha, reflexión importante para el discernimiento.
Consideremos también la misión propia y, para ello, pongámonos a la escucha del Evangelio de la Eucaristía que venimos de celebrar: Es el día de la Pascua. Día de siempre, siempre actual. Es el hoy de Dios. Pascua que transforma la vida del discípulo. Jesús glorioso toma la iniciativa. Para Él no hay puertas cerradas y trancadas. El abre para nosotros el mundo nuevo, el que nos tiene aquí reunidos y que nos corresponde descubrir. Lo primero que hace Jesús es vencer nuestras cobardías, nuestros encierros personales o colectivos. Toda cobardía niega la obra de Dios, de Cristo, del Espíritu. No neguemos la obra de Dios en nuestra vida o en la Congregación. Jesús no quiere la Iglesia encerrada, falta de esperanza. Él nos llama a salir: “id al mundo entero”. Esa es la primera victoria de nuestra fe.
Con toda razón el Papa Francisco no deja de gritar y exhortar que quiere una “Iglesia en salida”. Necesitamos “eudistas en salida”, capaces de dejar su zona de confort, escuchar el llamado, dejarlo todo e ir en pos de Cristo, en particular de los pobres.

Para concluir, reconozcamos a Cristo glorioso, resucitado. Gritar como Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! Es el Cristo nuevo el que vive hoy para nosotros y en nosotros. Está más allá de nuestros condicionamientos pequeños, de nuestras insignificancias humanas. “Si no veo, no creo”, dijo santo Tomás. Dios no quiere que nosotros como eudistas, digamos lo mismo. Debemos decir: creo y veo. Creo que, una vez más, Dios puede formar a Jesús en mí, en mis hermanos eudistas, en las comunidades que animamos, en las obras que se nos han confiado. Si creo, lo veré hecho realidad. Así obró María: Creo y veo.

Somos los discípulos de la esperanza, discípulos de un mundo nuevo, el que debemos ayudar a construir cada día, el que debemos hacer que renazca, no por nuestros esfuerzos sino por obra del Espíritu Santo y por la misericordia divina.

Los asambleístas se preparan para trabajar en equipos.

Bienvenidos todos. Caminemos con alegría y con plena confianza.




Camilo Bernal Hadad, cjm
Superior general

2 comentarios:

  1. Dios este actuando siempre en cada uno de ustedes, para gloria del Señor Jesús.

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  2. Saludos a los hermanos en este acontecimiento de gracia para la CJM, en espíritu de comunión plena con los principios expresados en la apertura de la asamblea. Con corazón grande! Nuestra orante y fraternal cercanía

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